17.12.09

'Manhattan', homenaje a Nueva York

La novena película de Woody Allen llegó en 1979, un año después de la irregular 'Interiores' ('Interiors', 1978), su homenaje a Ingmar Bergman, uno de sus dioses. En esta ocasión trata de nuevo dos de sus temas predilectos (el amor, las infidelidades) volviendo al tono irónico que tanto éxito le dio.

En 'Manhattan' el director neoyorquino vuelve a poblar la trama de personajes tan típicos de su cine. Eternamente insatisfechos, buscan desesperados al amante perfecto que dé sentido a sus vidas. Diane Keaton está excelente en su papel de la redicha Mary, mujer compleja y sofisticada que acabará conquistando con su verborrea a Isaac (Woody Allen). Michael Murphy interpreta con solvencia a Yale, amigo de Isaac y amante de Mary. Y luego está la figura de Allen, decepcionado por su vida laboral y sentimental, que busca consuelo en la pureza inocente de la joven Tracy (una Mariel Hemingway angelical). “Soy más viejo que su padre”, dice sardónico Isaac, quien mientras tanto tiene que lidiar con su impetuosa ex mujer, Jill (perfecta Meryl Streep).

Allen se mueve como nadie en la alta comedia, la de ambientes sofisticados y personajes complejos, tan complejos como la majestuosa y vibrante ciudad de Nueva York que los ampara. Porque 'Manhattan' es, ante todo, un panegírico a la ciudad fetiche de Woody Allen. Con los compases del Rhapsody in blue de George Gershwin contemplamos en todo su esplendor la ciudad que nunca duerme, sus gentes, el bullicio, el arco iris colorido de las luces de neón que se intuyen tras el blanco y negro con que se nos muestran.

Y es que ese blanco y negro y el formato cinemascope son los dos recursos formales que primero llaman la atención en esta película, recursos hasta ese momento inéditos en la filmografía de Woody Allen. A primera vista, se podría pensar, el blanco y negro es un homenaje de Allen a sus maestros clásicos, pero si nos detenemos a analizar la película más profundamente descubrimos que el neoyorquino ha querido ir más allá. En un alarde de elegancia, Woody rehúye de los colores naturales para mostrarnos sutilmente los sentimientos descompensados, descoordinados, la disparidad de personalidades imposibles de congeniar; las diferencias, en fin, a las que no para de aludir durante toda la película. Son los personajes con sus discursos, silencios, con sus pensamientos y actitudes complejos o elementales los que ponen el “color” en esta película.

En combinación con el blanco y negro, Allen opta en esta ocasión por el formato panorámico. 'Manhattan' sería una película muy diferente si no hubiese sido rodada así. Un scope desequilibrante que pone distancia entre los personajes mediante la combinación con la luz y elementos físicos del decorado. Allen subraya el carácter laberíntico y complejo de las personalidades que retrata aprisionando a los personajes en los límites del encuadre, a menudo en composiciones agobiantes en las que aparecen éstos en un extremo y elementos como paredes o muebles llenando el resto del plano, provocando una sensación de desequilibrio e incomodidad que sin el uso del scope perdería mucha fuerza.


Síntesis perfecta luz-scope. Un plano que podría ser antecesor de la polivisión rosaliana.




Una eternidad entre Woody y Diane.

Son recursos, pues, no usados caprichosamente, sino que obedecen a una intención por parte de Allen de servir a una historia de infidelidades y amores imposibles. Todo ello narrado con pulso firme, sin prisa pero sin pausa, en un tempo en consonancia con el devenir de su ciudad favorita: directo y sin concesiones al aburrimiento. Es el Woody Allen intelectual, culto, irónico y en ocasiones desternillante, como afortunadamente muchas veces se ha vuelto a ver a lo largo de su carrera. Puro Allen en estado de gracia.

*Texto originalmente escrito para un ejercicio de crítica cinematográfica de una asignatura de la carrera. Disculpad la corrección política.

0 comentarios: