17.12.09

'Manhattan', homenaje a Nueva York

La novena película de Woody Allen llegó en 1979, un año después de la irregular 'Interiores' ('Interiors', 1978), su homenaje a Ingmar Bergman, uno de sus dioses. En esta ocasión trata de nuevo dos de sus temas predilectos (el amor, las infidelidades) volviendo al tono irónico que tanto éxito le dio.

En 'Manhattan' el director neoyorquino vuelve a poblar la trama de personajes tan típicos de su cine. Eternamente insatisfechos, buscan desesperados al amante perfecto que dé sentido a sus vidas. Diane Keaton está excelente en su papel de la redicha Mary, mujer compleja y sofisticada que acabará conquistando con su verborrea a Isaac (Woody Allen). Michael Murphy interpreta con solvencia a Yale, amigo de Isaac y amante de Mary. Y luego está la figura de Allen, decepcionado por su vida laboral y sentimental, que busca consuelo en la pureza inocente de la joven Tracy (una Mariel Hemingway angelical). “Soy más viejo que su padre”, dice sardónico Isaac, quien mientras tanto tiene que lidiar con su impetuosa ex mujer, Jill (perfecta Meryl Streep).

Allen se mueve como nadie en la alta comedia, la de ambientes sofisticados y personajes complejos, tan complejos como la majestuosa y vibrante ciudad de Nueva York que los ampara. Porque 'Manhattan' es, ante todo, un panegírico a la ciudad fetiche de Woody Allen. Con los compases del Rhapsody in blue de George Gershwin contemplamos en todo su esplendor la ciudad que nunca duerme, sus gentes, el bullicio, el arco iris colorido de las luces de neón que se intuyen tras el blanco y negro con que se nos muestran.

Y es que ese blanco y negro y el formato cinemascope son los dos recursos formales que primero llaman la atención en esta película, recursos hasta ese momento inéditos en la filmografía de Woody Allen. A primera vista, se podría pensar, el blanco y negro es un homenaje de Allen a sus maestros clásicos, pero si nos detenemos a analizar la película más profundamente descubrimos que el neoyorquino ha querido ir más allá. En un alarde de elegancia, Woody rehúye de los colores naturales para mostrarnos sutilmente los sentimientos descompensados, descoordinados, la disparidad de personalidades imposibles de congeniar; las diferencias, en fin, a las que no para de aludir durante toda la película. Son los personajes con sus discursos, silencios, con sus pensamientos y actitudes complejos o elementales los que ponen el “color” en esta película.

En combinación con el blanco y negro, Allen opta en esta ocasión por el formato panorámico. 'Manhattan' sería una película muy diferente si no hubiese sido rodada así. Un scope desequilibrante que pone distancia entre los personajes mediante la combinación con la luz y elementos físicos del decorado. Allen subraya el carácter laberíntico y complejo de las personalidades que retrata aprisionando a los personajes en los límites del encuadre, a menudo en composiciones agobiantes en las que aparecen éstos en un extremo y elementos como paredes o muebles llenando el resto del plano, provocando una sensación de desequilibrio e incomodidad que sin el uso del scope perdería mucha fuerza.


Síntesis perfecta luz-scope. Un plano que podría ser antecesor de la polivisión rosaliana.




Una eternidad entre Woody y Diane.

Son recursos, pues, no usados caprichosamente, sino que obedecen a una intención por parte de Allen de servir a una historia de infidelidades y amores imposibles. Todo ello narrado con pulso firme, sin prisa pero sin pausa, en un tempo en consonancia con el devenir de su ciudad favorita: directo y sin concesiones al aburrimiento. Es el Woody Allen intelectual, culto, irónico y en ocasiones desternillante, como afortunadamente muchas veces se ha vuelto a ver a lo largo de su carrera. Puro Allen en estado de gracia.

*Texto originalmente escrito para un ejercicio de crítica cinematográfica de una asignatura de la carrera. Disculpad la corrección política.

13.12.09

Más Pfefferberg

Tras la resaca post-subida a Internet de nuestro último cortometraje, incluyo por petición popular la banda sonora original compuesta por un tal Pedro Terrero, con bonus track incluido.


Si no pueden descargarlo, esperen unos minutos, que últimamente Megaupload anda bastante tontorrón.

No podía faltar el cartel no oficial que se ha currado Alej:



Y por último, pero no menos importante, quiero agradecer una vez más a todo el equipo artístico y técnico que se volcó en este proyecto: a Kike, Ángel, Jon, Sergio, Alej, Mariel, Verónica y Pedro Jiménez, ¡mil millones de gracias!

Y por supuesto, lo dije en el Facebook y lo repito por aquí, quiero darles otras mil millones de gracias a todos los que han visto el corto y les ha parecido una maravilla o el bodrio más infumable de los últimos tiempos. Sin vuestro apoyo o invectivas nuestro trabajo no tendría sentido.

Es hora de dormir.

11.12.09

"El asesinato de Herman Pfefferberg"

El pasado miércoles 9 de diciembre tuvo lugar el IV Maratón de cortometrajes Cinesur Málaga Nostrum. Una noche en la que triunfó el gran cine, con piezas que rozaron la maestría y un ganador que a todas luces mereció el premio, ovación cerrada del público incluida.

Entre las obras proyectadas estaba nuestra última creación: "El asesinato de Herman Pfefferberg", un trabajo ímprobo que nos llevó meses de escritura y reescritura del guión, castings agotadores (en los que llegamos a contabilizar 900 aspirantes para el papel principal) y un rodaje largo, tan accidentado que casi le cuesta la vida a uno de nuestros actores. Ni que decir tiene que en este trabajo lo hemos puesto todo de nosotros, nos hemos volcado humana y artísticamente hasta niveles que rozan la demencia, pero viendo el resultado, creemos que ha merecido la pena*.

Aquí lo tienen, en esplendorosa calidad Vimeo:



*En el texto de esta entrada hay cierta información que no es del todo cierta. Dejo para el avezado lector la tarea de averiguar dónde se halla.

23.9.09

Mis momentos cojonudos del cine (I)

Inauguro una nueva serie/sección/etiqueta del blog (aún no lo tengo claro) donde iré depositando mis momentos cojonudos del cine. Con "momentos cojonudos" no tengo por qué referirme a las escenas memorables de todos los tiempos, sino a las secuencias, escenas, momentos o incluso detalles de cierta película que llamaron mi atención. Los iré posteando aquí para compartirlos con vosotros.

Comenzamos con un momento cojonudo de 'La delgada línea roja', la obra maestra de Terrence Malick. En realidad toda la película podría considerarse un momento cojonudo, pero para no crear polémica seleccionaré un par de ellos.

Guadalcanal, 1942. El ejército de los Estados Unidos se dispone a pararle los pies a los japoneses en esta isla del archipiélago de las Salomón, en el Pacífico. Los seres humanos no tienen mejor escenario donde dirimir estúpidamente sus diferencias que en pleno paraíso, donde la naturaleza vive en paz.

Terrence Malick confronta la belleza natural de este paraíso con el hombre que llega allí con su absurda violencia, tan capaz de destrozar al enemigo con sus fuegos de artificio que de sorprenderse como un niño con las maravillas que le depara una isla. Un soldado estadounidense, en este caso un chaval de no más de 18 años, en mitad del fragor de la batalla, se detiene ante una inocente planta.



El chaval pasa su dedo por la hoja de la planta y ésta se cierra estremeciéndose, como atrapando a su presa o defendiéndose de su enemigo.







Malick tiene una capacidad increíble para pasar de lo más grande a lo más pequeño, de lo más grave a los más inocente, en tan sólo un corte, sin apenas transición. Este momento enmarcado en ese contexto, como tantos otros detalles en esta película, me puso los pelos de punta.

Próximamente, más momentos cojonudos.

20.9.09

Brenda

Ya está disponible nuestro último cortometraje: Brenda, coescrito junto a Kike Ramírez, interpretado por Maggie Civantos y Lolo Albarra y con Jon Rivero a la cámara. ¿Son aburridos 4 minutos de cortometraje en el que sólo se ve un personaje en pantalla durante 10 segundos?

Decidan ustedes:

16.9.09

Hollywood

Uno de los destinos que tenía programados cuando llegué a California era la ciudad de Los Ángeles. Es decir "Los Ángeles" y de inmediato aparecen en nuestra mente las imágenes de Hollywood y sus megaestrellas retozando en un mar de flashes y multitudes enfervorecidas, el glamour de la jet set, el paseo de la fama, las mansiones de lujo... Nada más lejos de la realidad.

El glamour de Hollywood representa una mínima parte de esta inmensa ciudad. Los Ángeles es una ciudad hueca, gris, desalmada. Su distrito financiero es una gigantesca mole de cristal y cemento, sus calles están vacías, no hay sitio para el encanto. La ciudad está atravesada de arriba abajo por carreteras tortuosas que se cruzan y superponen en puentes de varios pisos, haciendo una vuelta en coche por esta ciudad un viaje por una película de ciencia ficción. En definitiva, da la impresión de que es una ciudad moderna pero deshumanizada.

Hollywood es una atracción de feria cara y elitista. Es donde mayor densidad de cuerpos perfectos por metro cuadrado he encontrado en ningún sitio, ya sean masculinos o femeninos. La noche hollywoodiense es un frenesí de glamour de imitación, de señoritas embadurnadas en perfumes de frivolidad y de hombres con el cuello de la camisa levantado que caminan con esa altivez de los que se creen dignos de esa mujer preciosa que han visto bajarse de la limusina para entrar en el Play House. Y yo con mi camiseta del Carrefour y mis pantalones cortos, posado sobre la estrella de Marilyn Monroe (que por cierto, se encuentra en la puerta de un McDonald's), contemplando boquiabierto el devenir de luces y algarabías de aquel paraíso venido a menos.

Supongo que para que te guste esta ciudad debe gustarte el cine, porque si no tu cerebro no segregará ninguna sustancia excitante cuando pases frente al Actor's Studio en pleno Sunset Boulevard, o no disfrutarás la visita al museo de Hollywood, no repararás en que el decorado que preside el Hollywood Highland Center es de la película Intolerancia, etc. Para todos los demás, Los Ángeles es una decepcionante ciudad que tiene el glamour en el culo.

14.9.09

Despertar del sueño

Ya he vuelto de San Francisco. Estoy sumido en una mezcla pastosa de jet lag y depresión posvacacional, aderezados con un toque de resfriado post viaje en coche por las carreteras californianas con el aire acondicionado a toda hostia.

He despertado del sueño. Atrás dejo una parte importantísima de mí, una ciudad de la que caí enamorado perdidamente y de la que ahora sólo puedo imaginar qué estarán haciendo sus gentes allí, si caerá la niebla esta tarde o no, el sonido urbano de cualquier día. Como el enamorado que piensa qué estará haciendo su amada en este momento.

Málaga a la vuelta se me ha antojado más pequeña, humilde y monocromática que nunca. Supongo que es lo habitual cuando vuelves de un sitio tan lejano, grande y diferente. Lo primero que me encontré al entrar en la ciudad fueron los carteles de obras, señores mayores y edificios de viviendas sin pretensiones, la carnicería de la esquina, la cafetería de barrio con su olor a pan tostado. ¿Dónde están los rascacielos? ¿Y las calles rectas y perfectas, las cuestas imposibles, los mendigos delirantes? No llevaba ni un minuto en mi ciudad natal cuando ya estaba echando de menos San Francisco.

Volveré, por supuesto que volveré. Hasta siempre, San Francisco.

For those who come to San Francisco
Summertime will be a love-in there.

10.9.09

San Francisco y sus personajes

Está claro que durante un buen tiempo mi blog será más monotemático que nunca, ya que al fin tengo algo mínimamente interesante que contar. Y como todo aquel que no tiene nada mínimamente interesante que contar, cuento lo más mínimamente interesante que tenga que contar. Ya me entiende usted.

Bueno, el otro día hablaba del extraño encanto de San Francisco y de sus personajes variopintos. Hoy no me pude aguantar hacer una foto al señor del que hablaba el otro día:



Desde que llegué a San Francisco, una de las cosas que más me llamaron la atención fueron estos hombres. Cada día, él y un compañero suyo (que en el momento en que hice esta foto no estaba con él) caminan por Market Street, arriba y abajo, una y otra vez, en silencio, portando ese mensaje. Como ya dije en el otro post, pienso en aquellos hombres de la Gran Depresión que portaban mensajes pidiendo un trabajo.



Hablando de personas sin trabajo, San Francisco es posiblemente la ciudad con más mendigos por las calles de todo Estados Unidos. Esto se debe a la política de permisividad que tienen las autoridades de la ciudad. La policía tiene la orden de no mover ni un solo dedo cuando se encuentra con un mendigo. Hoy mismo pude ver cómo dos policías asistían impasibles al espectáculo de gritos de un "homeless" en pleno Market Street, una de las arterias principales de la ciudad.

Por su parte, la política en materia de sanidad es extraña. Las ambulancias de San Francisco deben recoger a los mendigos que yacen en las calles al borde del coma etílico, llevarlos a los hospitales para ser "curados" y volver a soltarlos en la calle. Recordemos que Estados Unidos es la única democracia del mundo donde la sanidad NO es gratuita, donde sale más barato ir en taxi a un hospital que ser llevado por una ambulancia.

Es curioso ver lo diferentes que pueden ser las leyes no sólo entre cada estado, sino ya en cada ciudad. El caso de San Francisco y la mendicidad es paradigmático. Para mí, es el gran problema de esta ciudad tan extraña pero a la vez fascinante. En breve seguiré hablando sobre más personajes que podemos encontrar en San Francisco.

3.9.09

What are you looking at?

San Francisco es un gigantesco mejunje de culturas. O mejor dicho, una enorme ensalada de ingredientes exóticos y heterogéneos, con sus partes bien definidas y delimitadas.

Pasear por sus calles es asistir a una inclasificable función teatral, una improvisación perfectamente aleatoria escondida en cada paso. Las partidas de ajedrez en plena calle, los hombres porta-mensajes que caminan puntuales por Market St y que me recuerdan a aquellos pobres desesperados que aparecían en las fotos que ilustraban la Gran Depresión estadounidense, el grupo de hippies en Haight Ashbury que yacen sentados alrededor de la guitarra frenética y la voz espesa, tan americana, de un cantante que no tiene nada que perder, el joven que viaja en bus por Castro con su peluca naranja, sus gafas de sol amarillas, su camisa blanca tildada con una corbata roja y su pantalón azul eléctrico, el viejo negro sentado en el suelo que no puedes dejar de mirar hipnotizado y que te contesta con un rasposo "What are you looking at?".

San Francisco tiene un extraño encanto. Me abrazó haciéndome suya desde el primer día, me mira sincera a los ojos desde el primer momento. Asisto al devenir de los acontecimientos de su día a día con la sensación de que estoy reviviendo un viejo y cálido recuerdo. Es como si me susurrase al oído continuamente "estás viviendo algo que pronto dejará de existir". Una extraña melancolía en el presente. Quizá es que es mi primer gran viaje fuera de España y aún no me he recuperado del shock. Supongo que necesito material de otra nacionalidad para comparar.

¿Cuántas sorpresas siguen escondidas en las calles de esta impredecible ciudad? ¿Cómo despertará mañana San Francisco? Sólo hay una manera de adivinarlo: me voy a la cama, nos vemos mañana.

28.8.09

Bienvenidos a San Francisco

La ciudad de Málaga pasa en un suspiro mientras encoge, torcida, hasta la nada. Entonces es cuando empiezo a preguntarme qué hago metido en un artefacto creado por otros seres humanos y que se dispone a cruzar unos 5000 kilómetros sobre un desierto de agua. San Francisco me espera.

Sobrevolando el océano Atlántico no dejo de pensar en lo insignificante que soy, en los cojones que tuvieron los exploradores hace cientos de años, en cómo sería una despresurización de la cabina a 11000 metros de altura. Volar hacia el oeste durante el día produce una sensación cada vez más desconcertante, estoy viviendo un mediodía continuo, es como si el sol fuera más lento, como si el tiempo se estuviera frenando. Mi organismo empieza a preguntarse qué está pasando aquí.

Primera escala, Nueva York. En la aduana me encuentro con los famosos controles de seguridad de Estados Unidos. Un muchacho rutinario me pide en un español forzado que coloque los dedos, que mire a la cámara, bienvenido. A su lado veo a un anciano, de no menos de 70 años, mojándose los dedos con la lengua y pasando unas hojitas lentamente. Pienso en Michael Moore, en Sicko, en los ancianos que tienen que trabajar hasta la muerte para costearse los medicamentos.

El viaje continúa hasta la otra punta del país. El sol baña las nubes en un crepúsculo eterno. El horizonte está más combado que de costumbre, no me había dado cuenta hasta ahora. Miro hacia arriba por la ventanilla para ver si el cielo es más negro que azul, pero no, sólo un poquito, quizá. Abajo está el cañón del Colorado, que pasa lentamente bajo el zumbido desquiciante del Boeing 737.

Una vez en tierra, a 9000 kilómetros de distancia de mi casa, todo es más surrealista. Son las 10 de la noche de un domingo de agosto en una ciudad del Pacífico y parecen las 5 de la mañana de una ciudad del Mediterráneo. Camino hipnotizado por las calles, me froto los ojos, aún tengo que asimilar que todo es real, estoy en una ciudad que he visto millones de veces en la tele, en el cine, el Golden Gate, tranvías, La Roca, Harry Callahan, coches saltando, Hitchcock y su cámara vertiginosa, los terremotos, fuck. Ya estoy aquí.

Bienvenidos a San Francisco.

21.7.09

'Mi nombre es Harvey Milk', puliendo estilos

¿Pero quién es Harvey Milk? La película narra la vida de Harvey Milk desde que se asienta en San Francisco. Milk monta una tienda de fotografía en Castro, distrito que cuenta con una comunidad homosexual desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército estadounidense envió allí a los soldados no aptos por su condición sexual. Las injusticias y discriminación de las que son víctimas los homosexuales de su ciudad llevará a Milk a iniciar una incansable carrera hasta la junta de supervisores de la alcaldía de San Francisco. La defensa de los derechos de los homosexuales hará que Milk viva amenazado y le costará más de un disgusto hasta su trágico final.



Lo expuesto anteriormente sólo puede enmarcarse en una historia de superación de esas que tanto gustan a la Academia. Eso lo sabía muy bien Dustin Lance Black, su guionista, quien a pesar de encorsetar la historia en una trama de corte clásica, conservadora, con sus puntos fuertes y detalles efectistas dosificados estratégicamente para contentar a todos, imprime un ritmo vibrante, con personajes con entidad y motivaciones creíbles. A partir de aquí, todo depende de los responsables de hacer que la historia sobre el papel cobra vida en la pantalla y lo haga de forma satisfactoria.

Gus Van Sant es de esos directores de los que cada nueva película despierta más expectación en mí. Llevo siguiéndolo con cierta puntualidad desde 'El indomable Will Hunting' (exceptuando 'Psycho', que me da mucho miedo ver, y no precisamente por el contenido de la película), esperando que me sorprenda con su estilo de narración tan peculiar como impersonal.

Su periplo por las tierras escarpadas del complicado cine independiente y de autor nos dejó esa trilogía-homenaje a su cineasta fetiche de este nuevo siglo: Béla Tarr. Antológicos son esos planos de 'Gerry' calcados de 'Sátántangó' o esos kilométricos planos secuencia en películas como 'Elephant' o 'Last Days', en los que no dejan de resonar el eco del cineasta húngaro, amortiguado (o disimulado) por la forma en que se llevó a cabo: el uso del color (elemento del que rehúye Tarr, amparándose en su deseo de objetivar y distanciar lo más posible su visión), de saltos temporales a través de los personajes y de un pesimismo quizá no de tanto peso en la forma como en el fondo: en Van Sant no siempre hay cielos plomizos o una lluvia persistente que crean una atmósfera luctuosa que parece contagiar a los personajes, son éstos los que ya de por sí llevan un tormento en su interior.

Ya en la anterior película del cineasta norteamericano, 'Paranoid Park', nos dimos cuenta de que lo aprendido en su experimento belatarriano quiso trasladarlo a un cine algo menos "indigesto". 'Paranoid Park' podría considerarse una película "bisagra" que se sale de los cánones del cine comercial pero en la que el ritmo se vuelve algo más dinámico gracias a una planificación menos densa, más accesible. Aquí el director Van Sant empieza a darle forma a la materia prima que adquirió en sus anteriores películas, dotando de más personalidad a su estilo. Buena parte de la culpa la tiene el trabajo del director de fotografía australiano Christopher Doyle, que une su exquisita sensibilidad al plasmar las imágenes en el celuloide al talento que tiene Van Sant de encadenar esas imágenes y presentárnoslas como mejor sabe hacerlo. Abundaban en 'Paranoid Park' las ralentizaciones, las voces fuera de campo mientras el encuadre se centra en un personaje y otras soluciones formales que envolvían a esta película de un halo indie que hizo que no conectara del todo con los espectadores habituados a un cine más convencional. De todas formas, 'Paranoid Park' me convenció de que Van Sant sería capaz de insertar esos recursos en una obra decididamente dirigida al mainstream. Y es entonces cuando llegamos a 'Milk'.



Desde 'Mala noche' a la película que nos ocupa, han pasado ya por Van Sant 24 años dedicados al cine. Su carrera ha sido irregular, tanto por la calidad de sus films como por el "porcentaje" de autor que hay en cada una de sus películas. Pero es aquí donde el director norteamericano despliega todo su saber aprendido a lo largo de estos años. Creo que estamos ante uno de los mejores trabajos de dirección de esta década. Aquí ya no está el eco de Béla Tarr, vuelve la voz con entidad propia que ha seguido los consejos del maestro en su eterno aprendizaje. Los recursos más acordes con una narración basada en tiempos muertos, soluciones formales ya vistas antes (ese plano secuencia al final con Josh Brolin que recuerda a cierto alumno caminando por los pasillos de cierto instituto...) están perfectamente combinados con momentos más frenéticos, más propios de sus obras más abiertamente comerciales, que piden un ritmo más dinámico en la planificación, convirtiendo 'Milk' en una montaña rusa de principio a fin, sin prisa a veces, pero siempre sin descanso.

Otro aspecto que salta a la vista en esta película es la actuación de Sean Penn. Lo vemos sujetando el micro de una grabadora con su peinado a lo Tom Hanks en Philadelphia y nos preguntamos si esto va a dar resultado. Pocos minutos después toda duda queda disipada: ¡vaya si da resultado! ¡Quién diría que este hombre ha sido el perturbado asesino de 'Pena de muerte', el padre consternado por la muerte de su hija en 'Mystic River' o el perdedor desesperado que acaba con la olla ida en 'El asesinato de Richard Nixon'! En un impecable trabajo conjunto de dirección de actores por parte de Van Sant y de interpretación por la de Penn, éste hace suyo el personaje. Es un Penn más sobrio y con menos mohines en la cara, pero con un amaneramiento en su actuación obligatorio porque el verdadero Harvey Milk era así. Sobre el tema del Oscar no pienso entrar, más que nada porque ante este tremendo trabajo y el de Mickey Rourke en 'The Wrestler' todo debate sobre quién se merecía la estatuilla no llevaría a ninguna parte.













Los demás actores están por debajo del inmenso trabajo de Penn, quien lleva casi todo el peso de la película, pero sus actuaciones son igualmente memorables. Josh Brolin, Diego Luna, James Franco y compañía son personas reales, nos las creemos desde el principio. Cada uno tendrá su momento decisivo en el devenir de la trama.

En resumen, que me estoy extendiendo demasiado, 'Milk' es una película fresca. Van Sant y Penn siguen puliendo su estilo, sorprendiéndonos de nuevo, como sólo ellos saben hacer.

8.7.09

El típico post para revivir a un muerto, segunda parte

Tengo un pánico atroz a los terremotos y a volar en avión. Dentro de un mes y pico (si todo sale bien) me voy a San Francisco, ciudad situada sobre una de las zonas geológicamente más inestables del planeta. Tendré que coger dos aviones y recorrer 9000 kilómetros, 5000 de ellos atravesando una gigantesca masa acuosa llamada Océano Atlántico. Terapia de choque, lo llaman.

Llevo mucho tiempo sin actualizar mi blog. Esto podría indicar que:

a)Mi vida es tan interesante que no quiero perder el tiempo escribiendo en un blog.

b)Soy una persona extremadamente vaga y con esa peligrosa inconstancia contraindicada para quienes quieren dedicarse al mundo del cine.

c)Las luces de posición y las de antiniebla delanteras.

No hay que pararse mucho a pensar para llegar a la conclusión de que la opción más posible es la A.

Reflejos ha sido colgado en Youtube, aunque eso ya lo sabíais, pillines.



Con su entrevista en PTV Málaga y todo.



Próximamente tendréis otra entrevista peteuvesca sobre nuestra creación 'La plaga'. Permanezcan atentos a sus monitores, y recordad que el dominio www.pedroterrero.es ha caducado, por lo que vuelvo a estar en http://pedroterrero.blogspot.com

Dentro de poco, más.

14.3.09

Pistas sobre próximos proyectos

Si tuviera que resumir con imágenes los guiones de cortometrajes que estoy escribiendo y que pienso llevar a cabo inminentemente, estas serían las imágenes:





























12.3.09

Innocent beauty fucked after taking bath

Este resumen no está disponible. Haz clic en este enlace para ver la entrada.

8.3.09

'Gran Torino', un Eastwood menor

La última creación de Clint Eastwood ha llegado sólo un par de meses después de su anterior película, 'El intercambio'. Dice el polifacético artista que lo hace para mantenerse joven. Esta vez nuestro amigo cascarrabias hasta se ha atrevido a ponerse frente a las cámaras, dice él que por última vez (sospecho que en una maniobra comercial), para encarnar a Walt Kowalski, veterano de Corea que verá perturbada su "tranquilidad" por la muerte de su esposa y por ciertos vecinos de ojos rasgados que poco a poco están apoderándose de su barrio. Esta película tiene el sello del Eastwood del siglo XXI, buena factura, montaje parsimonioso, una atmósfera bien creada. Pero no es la obra maestra que muchos venían anunciando a bombo y platillo. Trataré de explicarme.

Empezando por los pequeños detalles que me molestaron, resaltar las caritas de mala hostia en primer plano del bueno de Clint y los insultos xenófobos que dirige a todo aquel que se cruza por su camino, recursos innecesarios, que tal vez una vez pueden tener gracia, pero cuando oí por decimoséptima vez la palabra "yogur" o "rollito de primavera", empezó a molestarme de verdad. Esto hace perder a la película la sutileza que caracterizaban las últimas películas del realizador norteamericano. Pero lo más delicado viene ahora.

El principal problema de esta película, en mi opinión, está en su guión. Para empezar, la premisa y las características de los personajes principales están bien dibujados. La película se toma su tiempo (al principio se le perdona) para presentarnos a un Clint Eastwood más rancio que el olor de la boina de Paco Martínez Soria y a ciertos personajes orientales que tendrán su importancia a lo largo de la película. Vale, hasta aquí bien. Pero hay un problema bien gordo. Se nos ha presentado a un personaje tan anticuado y con unas convicciones tan interiorizadas que los guionistas necesitan más de tres cuartas partes de la película para hacer evolucionar al personaje y así justificar la última cuarta parte de la misma. Para ello usan lo que yo suelo llamar "blindaje del guión", un proceso que puede resultar contraproducente según ciertas circunstancias. En 'Gran Torino' la narración se centra en el personaje de Eastwood y en su relación con el chaval oriental, dejando de lado al espectador. Esto le hace perder fuelle y hacerse aburrida a ratos, reiterativa (por ejemplo, las escenas del predicador y las de los orientales ofreciéndoles regalos por lo que hace Walt Kowalski. Repito, recursos de manual para hacer justificable la última parte de la película) y con escenas largas o directamente innecesarias (cuando presenta el chaval al constructor, cuando ya habíamos recabado mucha, demasiada información de las escenas con el peluquero).


Con todo este proceso supuestamente cumplido, el de hacer evolucionar a Eastwood y al chaval, el gran punto de inflexión de la película es rotundo, a priori justificable... pero es que llega tarde, demasiado tarde. A partir de aquí, la narración pone la quinta hacia el clímax final... pero aquí viene otro problema añadido. La película ha sido lenta, pero constante en mostrarnos detalles más o menos explícitos. Por eso, llegamos hasta a comprender la decisión final de Eastwood cuando queda bastante tiempo para terminar. El error viene dado por ciertas escenas clave que se van repitiendo a lo largo de la narración. Los guionistas no es que nos sugieran el clímax final, es que nos lo ponen todo en bandeja. El suspense se va diluyendo con el paso de los minutos, así que necesitamos un desenlace apoteósico, un puntapié definitivo que nos pille por sorpresa a todos. Como sólo Eastwood sabe hacer. Pero no. El final es previsible (como he dicho antes) y atropellado. Me dejó completamente frío, tan frío que pensaba que la película aún no había tocado su techo y que aún quedaban 20 minutos para el verdadero clímax final. Nada de eso. Tres minutos de resolución facilona y "Directed by...", punto final. Eso es Gran Torino.

Pero que no se lleven a engaño, no estamos ante una mala película. Lo que la salva de la mediocridad es el dominio absoluto de Eastwood del lenguaje cinematográfico, su mano diestra con la cámara, con el regusto clásico, libre de tics videocliperos, de un maestro de la vieja escuela. Y para qué engañarnos, la historia tiene cierto fondo, nos hace reflexionar, volver atrás en el tiempo, recorrer mentalmente el pasado de ese perro viejo que es Walt Kowalski, un personaje con matices, quizá esos matices que echábamos de menos en los personajes de 'El intercambio' (el a mi juicio único error de su anterior película, que por cierto me parece muy superior a este 'Gran Torino').

En resumen, una película menor, sí, menor. Cuesta decirlo, acostumbrados como estábamos a la ristra de obras maestras que nos había regalado Eastwood (con ciertas excepciones, claro), desde el predicador justiciero de 'El jinete pálido' hasta esa cautivadora historia de 'El intercambio'. Pero lo es. A pesar de todo, nuestro amigo cascarrabias ya se tiene ganado su sitio en el olimpo de los dioses cinematográficos.

Ah, por cierto, esta película me ha hecho recordar por enésima vez que no volveré a ver más una película doblada en mi puñetera vida, a menos que amenacen con partirme las piernas o que inevitablemente el cine no ofrezca ninguna alternativa. Aprovecho para poner mi granito de arena: más versión original, por favor. No es una sugerencia, es una súplica desesperada. Gracias de antemano.

2.3.09

Creando arte con el error

En estos vídeos no hay ningún error:





Independientemente de las opiniones que puedan suscitar las canciones, ¿qué tienen en común ambos videoclips? Exacto, que han usado de forma artística uno de los errores más famosos en la reproducción de películas en formato Divx, los "artefactos de compresión", que suelen producirse cuando la película tiene pequeños fragmentos sin información o cuando un reproductor no consigue decodificar ciertas partes del vídeo. La pantalla se llena de píxeles corruptos y hasta que no hay un cambio brusco de la imagen no se eliminan.

Siempre me pareció muy artístico ese error, es más, sabía que tarde o temprano alguien aprovecharía ese error para crear arte. Aquí tenéis la página de un artista de los artefactos de compresión, David O'Reilly. No os perdáis el vídeo que incluye en su página:

26.2.09

Oscar 2009

El pasado domingo vi por primera vez de principio a fin la gala de los Oscar, ese circo de la frivolidad, ese espectáculo made in USA, elegante, lleno de ritmo y con una atmósfera mágica como sólo ellos saben fabricar. Sobra decir que para nuestro regocijo patrio la noticia fue la estatuilla que fue a parar a Penélope Cruz por su interpretación en 'Vicky Cristina Barcelona', del cada vez más agotado Woody Allen. En las ediciones digitales de todos los periódicos era el titular con el tamaño más grande (hasta que Bermejo puso pies en polvorosa, ay, pobre Pe), mientras que el bochornoso caso de 'Slumdog Millionaire' y demás avatares de la gala quedaban arrinconados al lado de la mirada luminosa de la de Alcobendas.

Pero lo más destacado no fue lo de Penélope, sino los ocho Oscars del film de Danny Boyle. Es interesante comprobar que, si por el número de estatuillas nos guiáramos, 'Slumdog Millionaire' es mejor película que 'La lista de Schindler' o 'American Beauty' o que Gustavo Santaolalla es mejor compositor que el mismísimo Ennio Morricone. Sospecho que éste será otro de esos casos en que la película ganadora pasará de moda en unos años y la gran perdedora será la recordada, como ya pasó en 1981 con 'Gente corriente' y 'El hombre elefante' (se nota que no les dolió nada a los académicos aquellas palabras de Mel brooks). Me va a costar perdonarles el ninguneo de 'El curioso caso de Benjamin Button', 'Wall-E' (un Oscarcillo a la mejor animación, compitiendo con películas como 'Kung Fu Panda', sin comentarios) y sobre todo 'El caballero oscuro', que no competía en la mayoría de las categorías no técnicas. Mención especial para las manos vacías con las que se fue Werner Herzog con su maravillosa 'Encuentros en el fin del mundo'. Otra vez será, amigo Herzog, aún te queda mucho Cine por delante.


Pero bueno, donde esta gente no suele equivocarse (porque también es difícil equivocarse) es con los films de menor duración, esas pequeñas joyitas que las nominaciones a los Oscar las salvan de caer en el olvido. Es el caso del "mejor corto de animación" de esta edición, 'La maison en Pétit Cubes', una obra de arte del japonés Kunio Kato. Aquí lo tienen:



En fin, otro año del mainstream cinematográfico que se cierra, y otro que comienza a partir de ya. ¿Apostará el año que viene la Academia por la ciencia ficción y caerá sobre nuestro amigo Cameron otra lluvia de Oscars por su 'Avatar'? ¿Será 'Tetro' la obra maestra definitiva que Francis Ford Coppola lleva prometiendo desde hace años? ¿Cómo será lo nuevo de Iñárritu, Tarantino, Amenábar y demás? Pronto lo sabremos...

24.2.09

El típico post para intentar revivir a un muerto

Dicen las malas lenguas que el nivel de patetismo a la hora de disimular la flojera de mantener un blog es proporcional al tiempo que transcurre entre entrada y entrada, y sobre todo, proporcional al número de reformas estéticas que se producen. En mi caso, al ser yo un enfermo de versionitis aguda, un esclavo de las tendencias 2.0, 3.0 y 457.0, no he podido evitar darle el enésimo lavado de cara a mi blog, de nuevo con el negro sobre blanco (el blanco sobre negro quema la vista, está más que comprobado), colorines agradables, compatibilidad garantizada hasta para el Lynx y un elegantísimo diseño de cabecera por cortesía de mi colega Chantikone. Por cierto, a ver quién adivina de qué película está sacada la imagen.

Juro y perjuro que, salvo por motivos de fuerza mayor, no cambiaré este diseño EN AÑOS.