14.1.08

La ciudad está tranquila

¿Era la sociedad la culpable de que J. se encontrara aquella noche paseando, solitario y cabizbajo, por aquellas aceras desnudas? Sin lugar a dudas pensamientos como “estás en el lugar equivocado” o “ahora mismo hay mujeres bonitas enredadas en los muslos de su estoico amante” eran recurrentes en el cerebro de J. aquella noche silenciosa, mientras un gato negro no hacía más que huir de sus pasos una y otra vez, como si en realidad le estuviera buscando. J. alzó la mirada, iluso. Hoy tampoco brillan las estrellas. Nunca han brillado. Algún día la ciudad apagará su arrogancia y quedaremos a merced de un cielo humilde, preñado del cosmos infinito. J. se metió las manos en los bolsillos, adoptando esa postura pretendidamente interesante y enigmática. Continuó su paso por aquel sendero absurdo, cabizbajo, ajeno a las estrellas y a las mujeres bonitas.